Quizás se acostumbró al tercer año, quizás las chicas lindas del verano allá en las playas de Pimentel lo perturbaron y acabó recapitulando dicho año con una nueva promo, quizás, nunca se lo preguntaron ni lo comentó. Pero ahí estaba sentado al final de la fila siempre con esa sonrisa de estudiante pilluelo.
Los que compartieron los tres años posteriores a aquel año, lo recuerdan como el compañero de los chistes matutinos, esos que te los contaba en la primera hora del siempre difícil despertar de las 7:30 de la mañana, cuando las legañas aún permanecen sembradas en tus ojos recordándote que esta noche prometerás acostarte temprano y no veras la serie rosa.
Se agrupaban al fondo del salón una tropilla de alumnos mezclados entre estudiosos, poco estudiosos y ficheros, en las horas en que los profesores se ausentaban por razones aún desconocidas o pérdidas en la memoria, ahí sentado siempre bonachón, tocaba tu hombro para llamar tu atención y empezaba con el chiste del toffee y la tenia solitaria. Se hacía llamar “Deivid Zaplein”, socarronamente desafiando al profe “Foco” que llenaba la pizarra con un sinfín de fórmulas que las volvía a repetir en su famosa academia en un segundo piso detrás del club Tell.
“Deivid Zaplein” un día de verano en el mar de Pimentel, se divertía con un grupo de amigos y chicas lindas sorteando las olas que desfilaban cada vez más seguidas, ellos saltaban felices despreocupados del tiempo, eran reyes del mundo, y él andaba con uno de esos shorts largos de moda y seguía saltando y saltando hasta que una de esas olas sin previo aviso bajo su short marca billabong y las chicas lindas vieron sonrojadas como el miembro viril acompañaba el movimiento marino, y Deivid Zaplein de lo más feliz que las chicas se rieran de lo experto que era en jugar con el mar no se había dado cuenta que el mar descubrió ante los ojos virginales de aquellas chicas sus secretos masculinos, hasta que algún molusco o alguna molusca nada pecaminosa le aviso que miraba hacía su entrepierna descubierta, reaccionando de inmediato sumergiéndose en las aguas para solucionar tan vergonzoso incidente, cuando emergió sonrojado, ya las chicas acomodándose su pelo soltaban las carcajadas que retumbaron varios días en sus oídos.
Recuerdan que una mañana de primavera, un día en el que estábamos vestidos con nuestro buzo de educación física, en el quinto de media de la sección “B”, el salón era un templo budista, no existía el ruido, un profesor explicaba su curso con suma dedicación, tremendamente concentrado, era un oráculo del saber. Dentro de las cavilaciones de este profesor se le ocurrió dirigir una pregunta medio dificilona, un tanto complicada y levantando un poco su voz se dirigió al primer o segundo puesto del salón, apodado como una abeja de un programa de tv, éste de inmediato se levantó como si estuviera sentado sobre un resorte y cavilando profundamente, buscando en su amplio espectro cognoscitivo estudiantil la respuesta. Deivid Zaplein, que notaba que su compañero necesitaba alguna ayuda, no dudó en ofrecérsela, extendiendo su mano derecha deslizando su dedo medio por entre el buzo de la parte de atrás de nuestro amigo le dijo suavemente: “Compare a ti lo que te falta es tu Vitadedo” y de inmediato nuestro mejor alumno resolvió la pregunta que lo atormentaba, recibiendo efusivamente el reconocimiento del profesor. Ya se imaginarán las interminables risas que se tejieron al fondo del rincón dominado por el personaje de Deivid zaplein.
Los que compartieron los tres años posteriores a aquel año, lo recuerdan como el compañero de los chistes matutinos, esos que te los contaba en la primera hora del siempre difícil despertar de las 7:30 de la mañana, cuando las legañas aún permanecen sembradas en tus ojos recordándote que esta noche prometerás acostarte temprano y no veras la serie rosa.
Se agrupaban al fondo del salón una tropilla de alumnos mezclados entre estudiosos, poco estudiosos y ficheros, en las horas en que los profesores se ausentaban por razones aún desconocidas o pérdidas en la memoria, ahí sentado siempre bonachón, tocaba tu hombro para llamar tu atención y empezaba con el chiste del toffee y la tenia solitaria. Se hacía llamar “Deivid Zaplein”, socarronamente desafiando al profe “Foco” que llenaba la pizarra con un sinfín de fórmulas que las volvía a repetir en su famosa academia en un segundo piso detrás del club Tell.
“Deivid Zaplein” un día de verano en el mar de Pimentel, se divertía con un grupo de amigos y chicas lindas sorteando las olas que desfilaban cada vez más seguidas, ellos saltaban felices despreocupados del tiempo, eran reyes del mundo, y él andaba con uno de esos shorts largos de moda y seguía saltando y saltando hasta que una de esas olas sin previo aviso bajo su short marca billabong y las chicas lindas vieron sonrojadas como el miembro viril acompañaba el movimiento marino, y Deivid Zaplein de lo más feliz que las chicas se rieran de lo experto que era en jugar con el mar no se había dado cuenta que el mar descubrió ante los ojos virginales de aquellas chicas sus secretos masculinos, hasta que algún molusco o alguna molusca nada pecaminosa le aviso que miraba hacía su entrepierna descubierta, reaccionando de inmediato sumergiéndose en las aguas para solucionar tan vergonzoso incidente, cuando emergió sonrojado, ya las chicas acomodándose su pelo soltaban las carcajadas que retumbaron varios días en sus oídos.
Recuerdan que una mañana de primavera, un día en el que estábamos vestidos con nuestro buzo de educación física, en el quinto de media de la sección “B”, el salón era un templo budista, no existía el ruido, un profesor explicaba su curso con suma dedicación, tremendamente concentrado, era un oráculo del saber. Dentro de las cavilaciones de este profesor se le ocurrió dirigir una pregunta medio dificilona, un tanto complicada y levantando un poco su voz se dirigió al primer o segundo puesto del salón, apodado como una abeja de un programa de tv, éste de inmediato se levantó como si estuviera sentado sobre un resorte y cavilando profundamente, buscando en su amplio espectro cognoscitivo estudiantil la respuesta. Deivid Zaplein, que notaba que su compañero necesitaba alguna ayuda, no dudó en ofrecérsela, extendiendo su mano derecha deslizando su dedo medio por entre el buzo de la parte de atrás de nuestro amigo le dijo suavemente: “Compare a ti lo que te falta es tu Vitadedo” y de inmediato nuestro mejor alumno resolvió la pregunta que lo atormentaba, recibiendo efusivamente el reconocimiento del profesor. Ya se imaginarán las interminables risas que se tejieron al fondo del rincón dominado por el personaje de Deivid zaplein.
MAGO
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