Salón de clase. Hora de matemáticas. "A al cuadrado más b al cuadrado es igual a...". Suena el timbre para el recreo. Los alumnos salen disparados de sus carpetas. Directo y sin escalas hacia la puerta de salida. El profesor Campero se limpia el sudor del rostro con su pañuelo a cuadros.
Griterio general. Unos juegan fulbito con "chapitas", otros intentan anotar una canasta, otros juegan "policías y ladrones" (¿acaso una premonición de lo que sería el futuro inmediato de la ciudad?), otros conversan en grupo, van corriendo hasta el kiosko de Perico.
- ¡Pericoooooooo! ¡Pericoooooooo! ¡Un pan con tamal!
¿Y dónde está Perico? La verdad que por la ventana de su tiendita, apenas, tras el tumulto de estudiantes vestidos de gris, solamente se ve una mano alcanzando diversos productos: pan con tamal, pan con papa, pan con hot dog (el más caro), chicha morada y otras golosinas.
Empinándose un poco, ya. Se puede ver a un hombre de tez cobriza, con bigote a lo Javier Solís, en mangas de camisa color verde agua. Es Perico, el hombre del kiosko, el indiscutible héroe del recreo, cuyos sánguches aplacan el hambre de estos inquietos chiquillos.
- ¡Pericoooooooo! ¡Pericoooooooo! ¡Un pan con papa!
Pero no todos son órdenes de compra. Al costado del grupo de clientes de Perico, que esperan su turno para ser atendidos, se aprecia grupos de jóvenes devorando sus panes, mientras que algunos se dedican a esperar -a hurtadillas- a ver quién está comprando algo para "solicitar" que le inviten una mordida.
- ¡Invita pe!
Suena el timbre. Nadie quiere regresar al aula. Pero hay que volver. Los que pueden, esperan este momento para poder comer con tranquilidad...
- ¡Pericoooooooo! ¡Pericoooooooo! ¡Un pan con hot dog! ¡Una chicha morada! ¡Un jugo!
Y Perico dale que dale, incansable. Otro de sus productos de gran arraigo popular en la muchachada celeste era el Chocomel, una bolsita que contenía una especie de cocoa, que al abrirla emanaba una nube de polvo chocolate que teñía la cara y la camisa de marrón.
Y así iba pasando la vida...
Pero no todo era Perico. A la hora de salida, en las afueras del plantel había también un vendedor de comida muy popular. Lo llamábamos cariñosamente "Tori".
- ¡Toriiiiiii! ¡una papa! ¡un ceviche!
Sus productos estrellas eran una papa rellena de pequeñas dimensiones y un ceviche de jurel con cochachuyo picado-también minúsculo, pero muy sabroso-que servía en unos platillos de plástico de color, que sacaba de una caja de cartón barnizada en la grasa de las papas fritas, pero que representaba talvez su mayor gancho visual. Era todo un éxito de ventas y, que se sepa, los comensales jamás presentaron ninguna queja por infección estomacal o algo parecido. ¡Qué linda época, carajo!
- ¡Toriiiiiii! ¡una papa! ¡un ceviche!
Sus productos estrellas eran una papa rellena de pequeñas dimensiones y un ceviche de jurel con cochachuyo picado-también minúsculo, pero muy sabroso-que servía en unos platillos de plástico de color, que sacaba de una caja de cartón barnizada en la grasa de las papas fritas, pero que representaba talvez su mayor gancho visual. Era todo un éxito de ventas y, que se sepa, los comensales jamás presentaron ninguna queja por infección estomacal o algo parecido. ¡Qué linda época, carajo!
Años después, cuando los directores del Colegio Claretiano quisieron modernizar el plantel, optaron por construir una cafetería y otorgar su administración en concesión mediante concurso público. Perico, además, ya estaba en la edad de jubilarse, así que su kioskito donde se alimentaron varias promociones claretianas tuvo que cerrar para dar paso a otro más grande, pero que siguió funcionando en la misma esquina.
Un gesto muy noble de Perico fue acudir a fines de los ´90 al diario La Industria de Trujillo-entonces dirigido por el maestro Félix Álvarez Sánchez, "Fras", para agradecer públicamente a los padres claretianos la oportunidad de haberle permitido trabajar por más de dos décadas en su tienda.
El colega -también ex alumno claretiano- Pedro Vera Luna Victoria, quien además era jefe de la sección deportes, me pasó la voz. "Ha venido Perico. No es para quejarse, sino para agradecer, porque ya va a dejar el kiosko. ¿Puedes hacerle la nota? y de paso le decimos a Jorge Rocca o a Américo Barriga (reporteros gráficos) que le tomen una buena foto. "Claro que puedo", le dije. Y la nota salió impresa en la sección locales y debe estar el el Archivo de La Industria.
Veinticinco años después, este es el homenaje de la Promoción Hno Juan Diego Píriz Macías a los famosos "Perico" y "Tori", maestros de maestros, esperanza de los pobres, consuelo de los humildes...
(Por Nivardo Córdova Salinas)
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